Mi mujer ya está en el “feisbuq” y hemos decidido comunicarnos a través de él. El otro día escribió que iba a poner lentejas y yo le contesté: me gusta.
Han dicho que es en
verano cuando más trifulcas matrimoniales hay y nosotros hemos encontrado una
solución a nuestros problemas conyugales en las nuevas tecnologías. Nada de
broncas. Todo a
través de mensajitos.
También hemos
descubierto que es
muy bueno para la
pareja el “wasas” ese de los cojones. Vamos a un bar
y yo le escribo:
«¿Qué vas a tomar?» Y ella me contesta: «Una
cerveza». Entonces
llamo al camarero y le digo:
-Oiga, por favor,
pónganos dos cervezas.
Pero es que también
nos hemos abierto una cuenta en el “tuiter” y en
140 caracteres somos
capaces de resumir una situación. A mí me va muy
bien porque antes la
única que hablaba era ella. Ahora, gracias al
“tuiter”, puedo
meter baza. Las conversaciones son de lo más
divertidas. Nos
contamos cosas y nos preguntamos sobre lo que vamos a
hacer al día
siguiente o sobre lo que nos parece el vecino. El otro
día, el modelo que
llevaba una conocida nuestra de la “urba” fue
“trending topic” en
nuestra cuenta particular.
-¿Te diste cuenta de
como iba la Cuqui la otra noche?
La Cuqui, aclaro,
está como un tren. Esa noche a la que se refería mi
mujer iba con una
minifalda que parecía un cinturón ancho. Se le veían
hasta las bragas. Yo
le contesté en otro mensaje:
-No me fijé.
-¿Que no te
fijastes? Se te salían los ojos.
Esta conversación, a
viva voz, había terminado en trifulca
matrimonial. Pero
con las nuevas tecnologías la comunicación es mucho
más manejable, no te
exaltas así como así.
Una noche que fue
nuestro aniversario de boda, la invité a cenar (a mi
mujer, no a la
Cuqui, ¡que más quisiera!) a un sitio muy romántico,
con velitas y todo
en la mesa. Sacamos nuestros ipad correspondientes
y nos pusimos a
enviar mensajes como posesos.
Cuando nos trajeron
la comida y comenzamos a comer, le chateé:
-Está buenísimo este
bacalao frito.
Y ella me puso:
-Me encantan las
cocochas.
Nos recordamos a
través del “wasas” cómo nos conocimos y aquella noche
en que me la llevé
al río creyendo que era mozuela. También hablamos
de nuestros hijos.
Tenemos dos y han volado del hogar.
Uno de mis deseos es
comer una noche con mis hijos y con sus
respectivas parejas.
Los seis chateándonos entre nosotros. Debe ser la
repera. Al principio
yo era un enemigo de que mis hijos estuvieran en
la mesa utilizando
constantemente el ipad, hasta que me di cuenta de
mi error. Un día, harto
de que me ningunearan, les puse en la puerta
del frigorífico un
papel que decía: «Hola, soy vuestro padre. Podéis
encontrarme en el
Facebook». Santas palabras. Al otro día hablé con
ellos a través de la
red social más de lo que lo había hecho en los
dos últimos años.
El día el que se
inventen echar un polvo a través del ipad será
tremendo. Yo no
quiero morirme sin probarlo.
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