Dulzura galega
Un pobre paisano está en su
cama, con una enfermedad terminal; le quedan pocas horas de vida. De repente,
huele el aroma de la comida que más le gustaba: unas empanadillas caseras de
carne, ¡recién hechas! Para él no había nada mejor en el mundo que las
empanadillas de carne que hacia su mujer, Carmiña.
Haciendo un esfuerzo
sobrehumano dirigiéndose al comedor, empieza a percibir el vapor que lleva el
aroma a masa de carne y cebolla que desde la cocina emanaba. Llega hasta la
mesa donde estaban las suculentas empanadillas, doraditas, recién hechas,
y toma una y se dispone a comérsela; quizá sea lo último que haga en esta vida.
De pronto, siente un fuerte golpe en la cabeza que merma sus facultades y
casi lo hace caer.
Tratando de no desplomarse,
alcanza a ver a su mujer que, con un cucharón en la mano, le dice:
—¡Ni se te ocurra, que son para el velatorio!
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