Un
matrimonio de octogenarios con problemas de adicción sentados en un banco de la
plaza del pueblo.
El
marido le comenta a su esposa con voz alta y clara.
—.
Te comería el coño todo el día.
—.
¿Qué has dicho?—. Preguntó la señora.
—.
Que para ser otoño no hace mal día—. Contestó el esposo.
— ¡Ahora
me lo comes!—. Grito la señora.
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